lunes, 23 de abril de 2012

De nuevo… Él. Me miró y se sentó. Nunca vi tanto odio en una mirada como en la que en sus ojos se proyectaban, nunca había visto a alguien tan tenso y enojado. Se acercó suavemente a mí, me envolvió en sus brazos y me susurro: -“perdón, perdón, perdón”. No puedo describir el vacío enorme en mi pecho y en mis pupilas, no me salió ni una lágrima, ni una palabra. Estaba pasmada, asustada. Él se retomó en sí, me dejó sentada en la silla y se fue. Nunca le pregunté, nunca lo supe, nunca lo averigüé. Pero tampoco, nunca lo negué. Me quedé en esa noche larga, sola y sin él.

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