Él todo un triunfador y un diamante que a kilómetros seguiría teniendo el mismo brillo pero el polvo que mantenía sobre sus ojos cansados de abrir y cerrar, era una ilusión de un tren que se escapó del infierno de los indocumentados y vino a una vida normal. Leticia, Norma Leticia Cáceres soltera de treinta y siete años y ahora, difunta. Conoció a Nicolás a través de un grupo de amigos en común y empezaron a hablarse mutuamente, en ese entonces ambos estaban en pareja. Ella a punto de casarse y él, buscando amor en algún vientre. Una noche se vieron y acabaron en una cama sintiendo los mejores besos y caricias del mundo, resolvieron dejarse guiar por lo que sus corazones sentían y sin pensar en lo mal que estaba todo. Ella se había enamorado de Nicolás en el primer beso y en su primera sonrisa, sabía que él no era bueno para ella y sin embargo, no le importo.
Nicolás conoció a Valentina y Leticia ya no era tan importante y cada vez lo besos eran más escasos, cuando se juntaban a salir él ya no la miraba y no la observaba. ¿Su amor por Nicolás era no correspondido? Insistió en intentar llamar su atención; se puso tacones, una minifalda, se maquilló la cara y sedujo a todo hombre que levanta su vista y la veían pasar a ella pero a él no parecía importarle. Hasta que lo sentó en un bar para discutir qué quería con ella porque estaba muy triste y él el dijo que tenía miedo a las cosas rápidas, la típica: Leti, ya no más... Date cuenta.
Ella sonrío dulcemente, le deseo lo mejor. Se fue muriéndose por besarlo una vez más, y él se fue con Valentina.
Cada noche, piensa en sus labios y en su nombre, Nicolás Consettino.
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