Si te preguntás quién es Marcos... No puedo responderte, lo único que sé es que lo seguiré todo el tiempo que pueda y sé que él va a terminar acariciando mis cabellos sueltos y ondulados. Sus ojos atraviesan la oscuridad para hacerse más visible entre las nubes, y a vos Marcos, te pregunto por qué me haces esperar en vano y por qué permitís que mis esperanzas se vayan por donde vienen, no soporto la idea de que seas una estrella. No me gusta la idea de que aparezcas solo en las noches y me dejes sola durante todo el día, además, algún momento te vas a ir como fugaz que sos.
No quiero esperar para verte mañana otra vez parado en la puerta de mi colegio esperando a alguien que no sea yo, o esperando que alguien te vaya a buscar porque vos sabés más que nadie que no va a venir, porque vos Marcos, no existís.
Y creo que es por eso que escribo sobre vos y no me da vergüenza decir tu nombre a los cuatros vientos, Marcos. No tenes idea de lo mucho que estuve esperando tener las palabras más bellas del mundo para hacerte saber qué siento por vos y qué me hace la vida para hacerme sentir tan agotada, te contaré todo de mi vida, lo juro. Pero ¿me prometes, digo, quizás... Podrías darme la mano una vez en tu vida? ¿Podrías darme una señal? Marcos... Cada mañana avanzo al baño y me miro al espejo pensando en tus ojos invisibles, acaricio tu pelo suave... con rulos, y de color colorado. Abrazo tu piel blanca, morena y oscura. Escucho tu voz gruesa, suave y grave... Vivo con un sentimiento falso, igual que todos.
Pero yo sé que existís y que vas a hacer que el cielo sea por primera vez digno de admirar, fuera de estas luces abrumadoras y humilladoras de tu luz. A vos estrelluela mía, te esperaré. Lo prometo
No hay comentarios:
Publicar un comentario