domingo, 6 de noviembre de 2011

Una vez el viento fue amigo del destino y la muerte tuvo un romance con la vida. En un lugar incierto de la Tierra un árbol habitaba su soledad en el medio de un campo en el cual el viento no soplaba y su único amigo era la esperanza.

Y el amor florecía en lo invisible, en lo intocable. La sustancia más perfecta que jamás llegué a oler, su corazón palpitaba cada vez menos y sus ojos rapaces se caían para cortarme. Le pregunté en lo bajo, me respondió abriendo sus ojos enormes y se perdió en el viento, junto al polvo. El campo con el árbol, se fue. Emprendió su camino a otra ciudad, lejos de la nostalgia y en el cual él pudiera sentir frío en sus ojos cuando el viento chocaba contra él muy rápido y fuerte.

Pero nunca más, ese lugar volvió a ser el mismo sin él.

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