Y el amor florecía en lo invisible, en lo intocable. La sustancia más perfecta que jamás llegué a oler, su corazón palpitaba cada vez menos y sus ojos rapaces se caían para cortarme. Le pregunté en lo bajo, me respondió abriendo sus ojos enormes y se perdió en el viento, junto al polvo. El campo con el árbol, se fue. Emprendió su camino a otra ciudad, lejos de la nostalgia y en el cual él pudiera sentir frío en sus ojos cuando el viento chocaba contra él muy rápido y fuerte.
Pero nunca más, ese lugar volvió a ser el mismo sin él.
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