lunes, 18 de junio de 2012

La musa se elevó en el medio del acto y desapareció de la escena, como si nunca hubiera existido aquella esencia. Sentí que el tiempo se desvaneció, no existían límites. Grité por dentro: "!La perdí!", miré al rededor y no había nadie más que yo. Pero me calmé porque ella nunca había venido.

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