Ah!, chorro y montonero. Por esas cinco razones no estuve en la Plaza el jueves por la noche; o, mejor dicho, sí estuve, pero al solo efecto de cronista interesado. Oye, ve y calla fue mi consigna, porque el espectáculo era sencillamente imperdible: rictus desencajados por el insulto, entre ellos los preferidos fueron "que se vaya esa negra chorra, negra, puta y montonera; ni negros ni kirchneristas, por la libertad; que se muera la yegua; andate a Cuba la puta que te parió; quiero dólares y seguridad, conchuda montonera..." y para qué seguir, ¿acaso los desencajados pero bien olientes a perfume de los caros no fueron elocuentes?
Antes de cruzar al centro me di una vuelta por algunos barrios, alguno que sí y otros que no son "del Norte copetudo de la ciudad", y de tanto en tanto desde algún balcón y en alguna esquina, puñados de desencajados y desencajadas abollaban sus sartenes con reclamos parecidos a los que con un poco más de estrépito provocaban allá, en la Plaza. Y al pasar por el Once, por ejemplo, casi hasta pena sentí por dos parejas jóvenes con sus bebés en brazos, que desde el balcón sucio de una pensión se desgañitaban al grito de "queremos libertad y salir del país, andá con tus negros de mierda a Venezuela"; una de las pibas medio que se hartó de todo y comenzó a recoger un par de toallas con los colores desteñidos de Boca Juniors, que seguro ya se habían secado, como la yerba de ayer, y a guardar juguetes dentro de un caja de cartón que alguna vez transportó frutas de Río Negro; se veía con claridad, había sido de manzanas y en ese momento en ella buscaban cobijo un camión de plástico al que le faltaban dos ruedas, una pelota desinflada y varios muñecos con brazos de menos.
Cuando volví a casa y encendí el televisor, lo encontré a Artemio López en un programa de C5N, quien intentaba explicar la naturaleza última de la protesta desencajada: inorgánica, representativa de un sector de la sociedad que siempre se opuso, se opone y se opondrá al gobierno nacional, haga lo que este haga, y que siente una gran frustración porque no encuentra ni los espacios ni las figuras políticas que los represente. "Fíjese usted –le decía al periodista que lo entrevistaba– que la figura opositora que mejor sigue midiendo es Hermes Binner, quien apenas si mide 15 puntos de intención de voto; están muy frustrados y la explicación última de una manifestación como esta, que es legítima por cierto, sigue siendo el contundente resultado electoral de octubre pasado. Se trata, en definitiva, de una protesta que no es novedosa y que no tiene espesor político real."
Lo que López no podía saber es que algunas horas después, en la mañana del viernes, el tal Binner daría una interpretación de los hechos que por sí misma explica sus limitaciones como dirigente político. "La gente se expresó ayer, diciendo una vez más 'que se vayan todos', y hace diez años no se fue nadie", dijo el dizque socialista de Rosario, haciendo gala, si uno no quiere ser mal pensado, de una ignorancia supina acerca de la realidad que vive el país; pero como uno sí es malpensado, luciendo un discurso idiota por lo que se anima a decir lo que verdaderamente piensa y siente, igualito que los desencajados del jueves por la noche. Y sí, es justo reconocerlo, los energúmenos de la protesta perfumada son más honestos que sus dirigentes, al menos son sinceros a la hora gritar por la calles.
Como no soy dirigente político ni analista profesional puedo darme el lujo de ciertas incorrecciones políticas y discursivas. En el corazón y el latido de las cacerolas y las sartenes del jueves pasado estuvieron los conocidos de siempre; aquellos que critican al gobierno por su política cambiaria mientras usan los dólares que sistemáticamente le ocultan al fisco, para ir a Miami de vacaciones, tomar sol y comprarse calzones y bombachitas de marca; son los mismos que claman por la libertad pero gozaban como chanchos y chanchas cuando en este país se torturaba y asesinaba por pensar distinto; son los mismos que tienen retortijones racistas contra los que delinquen mientras ellos mismos lo hacen a diario, evadiendo impuestos, por ejemplo; son los mismos que volaban a destinos turísticos con paseos de compras –los "déme dos, tres cuatro…"– con las divisas baratas de Martínez de Hoz, haciéndose bien los boludos cuando en cada barrio, en cada cuadra, un patota secuestraba a un joven, se apropiaba de un bebé. Son los fascistas de siempre, alentados por la corporación mediática, la misma que festejó aquella tapa de la revista Noticias, de imbécil lascivia contra la presidenta, sólo porque es mujer y el macho falofascista sufre; claro, no es negro, ni puto, ni kirchnerista, ni chorro, ni montonero, que son los calificativos que merecemos todos los que militamos y apoyamos a este gobierno nacional.
El fascismo falócrata –blanco, machista y adultócrata, que por tal se opone al voto a los 16, como lo definiera la decana de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout– está en un grave problema: cree que el país es el que relatan Magnetto y sus sirvientes, por consiguiente despliega decisiones erróneas y más tarde, al proceder en consecuencia, también se equivoca cuando caracteriza los resultados de esas, sus propias decisiones: seguirá pegándole a la cacerola e insultando a la presidenta durante algunas semanas más, pero a la vuelta de la esquina lo esperan las odiadas elecciones y sus más odiados resultados.
Los falofascistas o falogorilas (ellos y ellas), como ustedes prefieran, salieron a las calles contra todo lo que suene o huela kirchnerismo, a peronismo, ¡cosa de negros, che! Querrán ir a Miami, quizás, pero en tanto, y por estas tierras, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sigue recorriendo el país para mantener e incrementar los niveles de producción y empleo, resignificar en valor la Asignación Universal por Hijo y todo el plexo de programas sociales, inaugurar obra pública y privada, centros de investigación científica y tecnológica.
Los falofascitas o falogorilas, como ustedes prefieran, seguirán insultando porque el 7 de diciembre el Grupo Clarín deberá cumplir la ley; porque el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, protagonizó un hecho inédito en términos de acción política tendiente a resolver la cuestión seguridad, quizá la mayor demanda social en todo el país, desde una perspectiva efectiva y democrática, al impulsar primero y recibir después. el jueves último, el informe de la Comisión Candela del Senado provincial, la que investigó los hechos que rodearon al asesinato, hace un año, de la niña Candela Sol Rodríguez, poniendo en evidencia que la madre del borrego, si de delitos e inseguridad hablamos, está en la trama de complicidades entre elementos policiales, de la Justicia, de las fiscalías y del poder político.
Mientras todo eso sucedía en la Argentina real, en la otra, en la de los desencajados, estábamos prohibidos, y lo digo otra vez: por negros, kirchneristas, chorros, putos, peronistas y montoneros. En fin, qué más puedo decirles.
Víctor Ego Ducrot
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