domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Nunca quisiste que la tierra te trague? Sentí una humillación por todo mí ser y de nuevo esa risa de mi mente diciéndome: “te lo dije” y acá, en la estación del fin del mundo esperando al tren de la muerte, saqué de mi bolso un libro y me senté en el pavimento del suelo de la vida y empecé a escribir estas pocas palabras de adiós.

Esperé una hora, nadie nunca me llamó. Nadie notó mi ausencia. Esperé un alma por acá, y la boletería estaba cerrada, estaba más sola aun. Miré a los dos lados de los lejanos, no encontré nada, no encontré a alguien, alguien como yo. Es feo sentirse así de vacía, sin nadie a quien ocurrir más que a mi pobre libro que esta harto de tener que lidiar con una loca desquiciada, mi libro pide a gritos ser leídos por buenas manos. Quiero que el tren llegue, siempre dijeron que el tren pasa una vez en la vida en la mía jamás pasó. Quiero que me lleves a otro mundo, a otra realidad en la cual no sufra y no sienta, quiero ser un pedazo de cielo para poder salir de las ruinas de mi propio palacio. Sentí el pecho fuerte y escuché una locomotora a lo lejos, era mi tiempo yo también me tenía que marchar. Me eleve con el viento, sentí como mi cuerpo se convertía en agua y en un cerrar y abrir de ojos, el tren estaba ahí con las puertas abiertas para mí. Tiré mi libro en el piso del pavimento y miré atrás para ya no volver, para no sentir, para ser un pedazo de cielo.

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