viernes, 30 de diciembre de 2011
Poetas Muertos
No leemos y escribimos poesias porque es linda. Leemos y escribimos poesias porque somos miembos de la raza humana. Y la raza humana esta llena de pasión.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
martes, 20 de diciembre de 2011
Cuando yo vine a este mundo
Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del sol.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba,
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.
Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán cómo se mueren,
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.
Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡nadie me estaba esperando!
miércoles, 14 de diciembre de 2011
¿alguien extraña leerme?
Refutación del regreso
No hay sueño mas grande en la vida que el Sueño del Regreso. El mejor camino es el camino de vuelta, que es tambien el camino imposible. Los Hombres Sensibles de Flores, en sus nocturnas recorridaspor las calles del barrio, planeaban volver.
Volver a cualquier parte.
A la adolescencia, para reencontrarse con los amores viejos.
A la infancia para recobrar las bolitas perdidas.
A la primera novia, para jurarle que no ha sido olvidada.
A la escuela, para sentir ese olor a sudor y tizaque no se encuentra en ninguna otra parte.
Volver fue para ellos la aventura prohibida. Cada noche sonaban con patios queridos y cariños ausentes. Y cada mañana despertaban llorando desengañados y revolvian la cama para ver si algun pedazo de sueño se habia quedado enganchado entre las cobijas.
A pesar de todo, los muchachos de Flores habian aprendido a disfrutar de los regresos modestos y cada tanto visitaban antiguas pizzerias, veian peliculasde Paul Muni, cantaban el vals Penas que Matan o examinaban fotos amarillentas en la pieza de Manuel Mandeb.
Desde luego, los Refutadores de Leyendas se burlabande todo esto.
- Saluden a los nuevos tiempos! - gritaban- . El mundo marcha hacia adelante.
La comparsaracionalista acusaba a los Hombres Sensibles de retrogrados y conservadores. Tal vez tenian algo de razon: Mandeb y sus amigosandaban siempre por los mismos lugares, contaban miles de veces las mismas anecdotas y se divertian robando nisperos simpre en la misma casa.
- Marchan ustedes a contramano de la historia- rugian los Refutadores.
Y era cierto. Pero siempre es recomendable recorrer la vida a contramano, sobre todo si uno sospecha quien ha puesto las flechas del transito.
En los años dorados del barrio del Angel Gris, funcionaba en la calle Gavilan la agencia Todo para el Regreso. Esta empresa organizaba unos viajesy peregrinaciones cuyo atractivo principal estaba en la vuelta. Por cierto, solian elegir lugares horrorosos, con alojamiento miseros y comidas inmundas, precisamente para acrecentar el deseo de volver cuanto antes.
Pero el mayor exito se obtuvo con el Servicio de Recuperacion de Vecinos.
La agencia se ocupaba de localizar y entrevistar a pobladores antiguos, alejados del barrio por las perversas mudanzas. Por un precio razonable se les ofrecia una fiesta callejera en su viejo vecindario , con la presencia de todos los personajes de la zona. El servivio incluia la entrega de un pergamino, palabras alusivas a cargo de empleados de la empresa y llegado el caso, indumentaria apropiada para que el vecino emigrante pudiera fingir opulencia si lo deseaba.
Existia -ademas- un plan superior que contemplaba la reinstalacion lisa y llana del vecino perdido en su antigua residencia. Desde luego, los costos eran grandes y no resultaba sencillo vencer las dificultades que se presentaban: desalojo del nuevo ocupante de la finca, abolicion de las eventuales reformas, rescate de los muebles originales y restauracion del exacto grado de higiene en que acostumbraban vivir el cliente y su familia.
Para cumplir con esta ultima pretension, a veces habia que limpiar y otras veces era necesario juntar mugre.
En realidad, hay que confesar que durante todo el tiempo que funciono el Servicio de Recuperacion de Vecinos, solamente una vez se concreto el plan superior. Fue el famoso regreso de lafamilia delingeniero Vaccari a su casa de la calle BoliviaEste servicio fue solventado por los amigos del poeta Jorge Allen, despues de mas de un año de colectas, rifas, prestamos a interes y timbas a beneficio.
No es que a nadie le importara gran cosa del ingeniero Vaccari. Pero Jorge Allen estaba enamorado de Leonor, la mayor de sus hijas y no estaba seguro de poder seducirla en Bancalari.
La historia no tuvo un final feliz. Leonor rechazo tercamente a Jorge Allen y se entrevero con un carnicero que venia a rondarla precisamente desde Bancalari. Alli mismo se fueron a vivir cuando se casaron, un año despues. El resto de la familia Vaccari acabo mudandose mas tarde a San Miguel, barrio del que no fueron rescatados jamas.
El ruso Salzman, legendario jugador de dados, tambien supo hacer un negocio parecido. Sin la intervencion de la agencia, se decidio a comprar la casa de su infancia, ocupada desde hacia años por perfectos desconocidos.
En semejante patriada, el ruso gasto la memorable ganancia de una noche gloriosa en el casinmo de Mar del Plata.
Una vez instalado, comprendio que la inversion habia sido inutil.
- He recuperado mi casa -dijo- . Pero la infancia, no.
Catorce años despues de haber egresado como bachiller, Manuel Mandeb volvio a inscribirse en el Colegio Nacional Nicolas Avellaneda.
El poligrafo de Flores estaba entusiasmado con la ida y propuso a sus antiguos compañeros que hicieran lo mismo, para repetira epoca mas feliz de sus vidas.No tuvo muicha suerte: Avila, Capel, Carrasco, Cichoworsky, Donath, Frascarelli, Frezza... Por orden alfabetico todos se fueron negando y presentando solidos pretextos. El trabajo, la familia, la distancia, el dinero., De algun modo misterioso aquellos atorrantes habian contraido la responsabilidada.
Manuel Mandeb no se achico y comenzo las clases.
Y el primer dia trato de reproducir episodios divertidos que habian ocurrido antes, pero las cosas no eran iguales. Sus nuevos compañeros eran bastantechitrulos y se resistian a secundarlo en sus travesuras, no le llamaban EL Turco sino El Abuelo. Para peor, algunos profesores creian recordarlo vagamente y no sabian si confundirlo con su hijo o con su padre.
Logro -eso si- algunas buenas notas y hasta quince amonestaciones.
Un dia, el jefe de celadores descubrio la verdad.
- No crea que no lo he reconocido, señor Mandeb. Este es otro de sus inventos. Yo pense que el titulo de bachiller iba a servirle de escarmiento, pero veo que no es asi. Usted es de los que siguen jorobando hasta despues de muertos.
Mandeb contesto llorando:
-Usted es el unico que me ha comprendido. Gracias.
-Callese la boca, señor -grito el jefe de celadores- Vuelva a clase.
El pensador de Flores fue expulsado poco despues. Pero a pesar de su fracaso, la segunda inscripcion es una maniobra que merece ser estudiada por los melancolicos cabales. Sostengo que con el apoyo de sus viejos condiscipulos, la experiencia de Mandeb hubiera sido emocionante.
La agencia Todo para el Regreso se fundio por falta de clientes. En un ultimo esfuerzo, sus dueños ofrecieron servicioseconomicos. Eran retornos fingidos, vueltas sin ida, reencuentros sin ausencia. El interesado podia simular su viaje al Africa. La empresa se encargaba del recibimiento, los abrazos y las lagrimas. EL exito fue nulo. Por esos dias, Manuel Mandeb escribio su oscuro ensayo Nunca se Vuelve. Leamos algunos parrafos:
"No es posible regresar a ninguna parte. Los puntos de partida no se quedan quietos y a la vuelta ya no estan, para poder volver se necesita, por empezar, un punto de partida eterno e inmutable. Pero todo se mueve y no hay forma de detener el Universo. Creanme si les digo que nadie ha efectuado nunca jamas un verdadero regreso. EL hombre que lo consiga cumplira la hazaña mas grande de la historia."
La idea de no bañarse dos veces en el mismo rio no constituye ninguna novedad filosofica. Pero adviertase que Mandeb deseaba en verdad volver a bañarse. Esta fue su mayor obsesion y siempre lamento amargamente no poder remontar los tiempos.
Los Refutadores de Leyendas se alegran de la dinamica universal y esperan el futuro con impaciencia. Desean liberarse del pasado, romper las cadenas. Pero si esto encierra la idea de libertad, hay que reconocer que Manuel Mandeb fue mucho mas lejos:
"Por que no puede uno estar en varios lugares al mismo tiempo? Que es esto de no poder volver al pasado ni visitar el futuro? Por que no es posible extraer de las premisas de la razon las consecuencias que a uno se le antojen?
"Ah, la libertad...la libertad sin tiempo, ni espacio, ni logica. La libertad de vivir todas las vidas, de estar en todas partes, de recorrer las edades. Que dicen a esto los libertarios sin frontera?"
Pero las cosas son como son. Esa es la pena de lso Hombres Sensibles.
La misma de los viajeros que no pueden volver atras. Ellos, no han nacido para viajar. Y sin embargo, ahi andan con la vida llena de extraños, ansiando la inmortalidad, solamente para poder regresar.
Algunos tratan de no partir: amor...quedemonos aqui... Pero el que no parte tambien se queda solo.
En Flores se suele contar la leyenda de Anton Raffo, quien segun parece poseia el Secreto del Regreso. Mandeb y Jorge Allen llegaron a conocerlo.
Es cierto que el hombre usaba en su conversacion algunos giros inquietantes.
-Ya voy a arreglar eso cuando sea un poco mas joven.
- He besado muchas veces a Monica. Pero sera mucho mejor cuando le de el primer beso.
-Ya estoy harto de nacer, caballeros.
Los muchachos de Flores no pudieron indagardemasiado. Raffo desaparecio y si es que posee el Secreto, tal vez ande en otros tiempos mas prometedores.
Aqui cabe una modesta reflexion. Aun cuando fuera posible volver al pasado, nada seria igual. Todos los actos de nuestra vida repetidos minuciosamente, serian distintos al estar ocurriendo por segunda vez. Esta diferencia es sustancial. Llevariamos con nosotros la carga de la experiencia anterior. Nos estaria negada la ansiedad y la esperanza. Con que entusiasmo apostriamos a las cartas que ya sabemos perdedoras? Alguien dira:
seria preciso borrar la memoria y volver al pasado sin recordar que ya lo vivimos. Respuesta: de que sirve volver si uno no sabe que vuelve? Para el caso es posible pensar que ahora mismo estamos viviendo por segunda o quinta vez la misma vida.
Quien les escribe ha soñado muchas veces este episodio:
Camino por la calle Urquiza, en Caseros. Soy como ahora, un grandulon melancolico. Pero descubro que no estoy en el presente sino en los primeros años de la decada del 50. Llego ante la casa que lleva el numero 68 y toco el timbre. Al rato sale a recibirme un nene mugriento y deconfiado.
Soy yo mismo. Abrazo emocionado al chico. Desde adentro oigo la voz del abuelo que pregunta:
- Quien es , Negro?
Nunca he podido imaginar que algo mejor pudiera ocurrirme. Los funcionarios del paraiso no tendran que ponerse en grandes gastos conmigo.
El libro de aventuras del regreso sigue en blanco.
Ni los Hombres Sensibles, ni los Pensadoresdel Eterno Retorno, ni muchos de nosostros -que a veces creemos volver- hemos podido dar un solo paso. Esto no nos impide ser dichosos algunas veces, a pesar de todo. Las personas decentes nos piden madurez y resignacion . Quieren que olvidemos nuestras tragicas ensoñaciones. Pero nosotros no queremos olvidar. Y el que olvide, jamas, jamas podra ser nuestro amigo.
Ni siquiera cuando volvamos a encontrarnos otra vez y para siempre.
Alejandro Dolina, Refutación del regreso, Las Crónicas del Ángel Gris.
sábado, 10 de diciembre de 2011
Un señor muy viejo con unas alas enormes
Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.
Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.
- Es un ángel –les dijo-. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia.
Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces, encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo.
El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo. Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el padre Gonzaga, antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a las alambradas repasó un instante su catecismo, y todavía pidió que le abrieran la puerta para examinar de cerca de aquel varón de lástima que más parecía una enorme gallina decrépita entre las gallinas absortas. Estaba echado en un rincón, secándose al sol las alas extendidas, entre las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos que le habían tirado los madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo, apenas si levantó sus ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el padre Gonzaga entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto de cerca resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las plumas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la egregia dignidad de los ángeles. Entonces abandonó el gallinero, y con un breve sermón previno a los curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó que el demonio tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo, prometió escribir una carta a su obispo, para que éste escribiera otra al Sumo Pontífice, de modo que el veredicto final viniera de los tribunales más altos.
Su prudencia cayó en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.
Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.
El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena. Su única virtud sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.
El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco.
Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla. Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los dormitorios.
Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y renunció para siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró unas zapatillas satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda tornasol, de los que usaban las señoras más codiciadas en los domingos de aquellos tiempos. El gallinero fue lo único que no mereció atención. Si alguna vez lo lavaron con creolina y quemaron las lágrimas de mirra en su interior, no fue por hacerle honor al ángel, sino por conjurar la pestilencia de muladar que ya andaba como un fantasma por todas partes y estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio, cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no fue menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero soportaba las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones. Ambos contrajeron la varicela al mismo tiempo. El médico que atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones, que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró, sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las tenían también los otros hombres.
Cuando el niño fue a la escuela, hacía mucho tiempo que el sol y la lluvia habían desbaratado el gallinero. El ángel andaba arrastrándose por acá y por allá como un moribundo sin dueño. Lo sacaban a escobazos de un dormitorio y un momento después lo encontraban en la cocina. Parecía estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaron a pensar que se desdoblaba, que se repetía a sí mismo por toda la casa, y la exasperada Elisenda gritaba fuera de quicio que era una desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer, sus ojos de anticuario se le habían vuelto tan turbios que andaba tropezando con los horcones, y ya no le quedaban sino las cánulas peladas de las últimas plumas. Pelayo le echó encima una manta y le hizo la caridad de dejarlo dormir en el cobertizo, y sólo entonces advirtieron que pasaba la noche con calenturas delirantes en trabalenguas de noruego viejo. Fue esa una de las pocas veces en que se alarmaron, porque pensaban que se iba a morir, y ni siquiera la vecina sabia había podido decirles qué se hacía con los ángeles muertos.
Sin embargo, no sólo sobrevivió a su peor invierno, sino que pareció mejor con los primeros soles. Se quedó inmóvil muchos días en el rincón más apartado del patio, donde nadie lo viera, y a principios de diciembre empezaron a nacerle en las alas unas plumas grandes y duras, plumas de pajarraco viejo, que más bien parecían un nuevo percance de la decrepitud. Pero él debía conocer la razón de estos cambios, porque se cuidaba muy bien de que nadie los notara, y de que nadie oyera las canciones de navegantes que a veces cantaba bajo las estrellas. Una mañana, Elisenda estaba cortando rebanadas de cebolla para el almuerzo, cuando un viento que parecía de alta mar se metió en la cocina. Entonces se asomó por la ventana, y sorprendió al ángel en las primeras tentativas del vuelo. Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban asidero en el aire. Pero logró ganar altura. Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla, y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver, porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario en el horizonte del mar.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Repartido en pedazos y en lamentos,
repartido en países y en canciones,
repartido en lejanos corazones,
repartido en profundos monumentos.
Repartido en obscuros sentimientos,
repartido en distintas emociones,
repartido en palabras y oraciones,
repartido y perdido en los momentos.
Heredero del tiempo y del espacio,
víctima de transcursos y distancias,
ser en seres deshecho y repartido.
Yo busco tu hermosura y tu palacio,
tu boca de rubíes y fragancias
para reunirte solo en un gemido.
domingo, 4 de diciembre de 2011
Simplemente te amo, y muchísimo. Me duele, me duele demasiado no poder estar cerca tuyo para reírnos o robarte abrazos. Gracias por ser un amigo de verdad y aunque estés distancia y olvidado, yo te recuerdo siempre. Sos adulto hermano, te felicito tanto. Y no te das idea de lo que te extraño. En fin, quiero desearte un feliz cumpleaños hermoso y que lo disfrutes disfrute demasiado porque no todos los días se cumplen 17 años.
martes, 29 de noviembre de 2011
¿sobre mí o sobre vos?
domingo, 27 de noviembre de 2011
sábado, 26 de noviembre de 2011
4to letras
viernes, 18 de noviembre de 2011
domingo, 13 de noviembre de 2011
Yo diría que lo siento si yo pensara que cambiaría a tu mente pero yo sé que en este tiempo he dicho demasiado, he sido demasiado duro. Intento reírme de eso cubriéndolo con todas sus mentiras, intento y me río de eso. Escondiendo las lágrimas en mis ojos porque los muchachos no lloran.
Los muchachos no lloran.
Yo me estropearía a sus pies, le pediría perdón. Te suplicaría pero yo sé que es demasiado tarde y no hay nada que pueda hacer ahora así que intento reírme de eso escondiendo las lágrimas en mis ojos. Yo te diría que yo te amé si yo pensara que te quedarías pero yo sé que es inútil que tu ahora te has marchado, juzgado mal tu límite te he empujado demasiado lejos, tomado para que tú concedieras y yo pensé que me necesitabas más ahora yo haría algo más para volverte a mi lado pero yo apenas sigo riendo escondiendo las lágrimas en mis ojos.
Porque los muchachos no lloran.
Los muchachos no lloran.
Los muchachos no lloran.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Tranquilidad mental
domingo, 6 de noviembre de 2011
sábado, 5 de noviembre de 2011
viernes, 4 de noviembre de 2011
Latiámerica
Soy toda la sobra de lo que se robaron
un pueblo escondido en la cima
mi piel es de cuero
por eso aguanta cualquier clima
Soy una fabrica de humo
mano de obra campesina para tu consumo
frente de frío en el medio del verano
el amor en los tiempos del cólera mi hermano
El sol que nace y el día que muere
con los mejores atardeceres
soy el desarrollo en carne viva
un discurso político sin saliva
Las caras mas bonitas que he conocido
soy la fotografía de un desaparecido
la sangre dentro de tus venas
soy un pedazo de tierra que vale la pena
Una canasta con frijoles
soy Maradona contra Inglaterra
anotándote dos goles
soy lo que sostiene mi bandera
la espina dorsal del planeta es mi cordillera
Soy lo que me enseño mi padre
el que no quiere a su patria
no quiere a su madre
soy América latina
un pueblo sin piernas pero que camina
Tu no puedes comprar el viento,
tu no puedes comprar el sol
Tu no puedes comprar la lluvia,
tu no puedes comprar el calor
Tu no puedes comprar las nubes,
Tu no puedes comprar los colores
Tu no puedes comprar mi alegría,
tu no puedes comprar mis dolores
Tengo los lagos, tengo los ríos
tengo mis dientes pa' cuando me sonrío
La nieve que maquilla mis montañas
Tengo el sol que me seca y la lluvia que me baña
Un desierto embriagado con peyote
Un trago de Pulque para cantar con los coyotes
Todo lo que necesito
Tengo a mis pulmones respirando azul clarito
La altura que sofoca
Soy las muelas de mi boca mascando coca
El otoño con sus hojas desmayadas
los versos escritos bajo la noche estrellada
Una viña repleta de uvas
Un cañaveral bajo el sol en un cuba
Soy el mar caribe que vigila las casitas
Haciendo rituales de agua bendita
El viento que peina mi cabello
Soy todos los santos que cuelgan de mi cuello
El jugo de mi lucha no es artificial
Por que el abono de mi tierra es natural
CORO
Tu no puedes comprar el viento,
tu no puedes comprar el sol
Tu no puedes comprar la lluvia,
tu no puedes comprar el calor
Tu no puedes comprar las nubes,
Tu no puedes comprar los colores
Tu no puedes comprar mi alegría,
tu no puedes comprar mis dolores
Trabajo bruto pero con orgullo
aquí se comparte, lo mio es tuyo
este pueblo no se ahoga con marullos
y si se derrumba, yo lo reconstruyo
Tampoco pestañeo cuando te miro
Para que te acuerdes de mi apellido
La operación cóndor invadiendo mi nido
perdono pero nunca olvido
Vamos caminando
Aquí se respira lucha
Vamos caminando
Yo Canto porque se escucha
Vamos dibujando el camino
Estamos de pie
vamos caminando
Aquí estamos de pie
jueves, 3 de noviembre de 2011
Una vez alguien me dijo: 'No es LA justicia, pero es una justicia'
miércoles, 2 de noviembre de 2011
viernes, 28 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
Él para otra
Ningún encuentro, que no fuera totalmente absurdo, se producía: un montón de paquetes me cubría y él, comiendo pan y empuñando una botella de vino y una de Coca-cola, pretendía estrecharme la mano. Invariablemente alguien tropezaba y el adiós resultaba anterior al ¿qué tal?. El teléfono llamaba, equivocado siempre, pero la respiración de alguien correspondía exactamente a su respiración, y surgían entonces, en la oscuridad del cuarto, los ojos de él, en el color aparecía el timbre de aquella voz sin fondo, una voz que la comunicaba con el desierto o con algunas ramificaciones de un río que corre entre las piedras sin llegar jamás a su desembocadura, un río cuyo nacimiento, en las más altas montañas, atraía a los pumas o a los fotógrafos que venían de muy lejos a ver esas maravillas. Me agradaba ver a personas parecidas a él. Algunas que tenían mirada casi idéntica, si entrecerraban los ojos; o un modo de cerrar totalmente los párpados, como si algo doliera.
Me agradaba también hablar con personas que solían hablar con él o que lo conocían mucho o que irían a verlo en esos días. Pero ya el tiempo corría, como un tren que tiene que llegar a destino, cuando el guarda golpea la puerta del pasajero que está durmiendo o anuncia la estación próxima, el término del viaje. Teníamos que encontrarnos. Tan acostumbrados a no vernos estábamos que no nos vimos. Aunque no estoy segura de no haberlo visto, siquiera por la ventana. En aquella luz tenebrosa de la tarde, sentí que algo me faltaba.
Pasé frente a un espejo y me busqué. No vi dentro del espejo sino el armario del cuarto y la estatua de una Diana Cazadora que jamás había visto en ese lugar. Era un espejo que fingía ser un espejo, como yo inútilmente fingía ser yo misma.
Entonces sintió miedo de que se abriera la puerta y que él apareciera en cualquier momento y que terminaran las postergaciones que mantenían vivo su amor. Se echó al suelo sobre la rosa de una alfombra y esperó, esperó a que dejara de sonar el timbre de la puerta de la calle, esperó, esperó y esperó. Esperó que se fuera la última luz del día, entonces abrió la puerta y entró el que no esperaba. Se tomaron de la mano. Se echaron sobre la rosa de la alfombra, rodaron como una rueda, unidos por otro deseo, por otros brazos, por otros ojos, por otros suspiros. Fue en ese momento cuando la alfombra empezó a volar silenciosamente sobre la ciudad, de calle en calle, de barrio en barrio, de plaza en plaza, hasta que llegó a los confines del horizonte, donde empezaba el río, en una playa árida, donde crecían las totoras y volaban las cigüeñas. Amaneció lentamente, tan lentamente que no advirtieron el día ni la falta de noche, ni la falta de amor, ni la falta de todo por lo que habían vivido esperando ese momento. Se perdieron en la imaginación de un olvido -él para otra, para otro ella- y se reconciliaron.