viernes, 15 de julio de 2011

Números inciertos

Por el resto de sus días Juana aplico una monotonía en su vida que la dejaba perpleja ante el mundo. Durante cinco noches se sometía a dormir temprano y sin comer, daba trece pasos desde el living al cuarto, luego daba seis pasos más hasta su cama y se recostaba boca arriba y miraba al techo oscuro mientras su vista veía cada vez negro y más negro, y sus ojos se cerraban lentamente. Cada día siguientes a este suceso, cada cuatro días ella sale a comprar una vela roja con olor a flores frescas a tres cuadra de su casa que equivale a seiscientos trece pasos, si le sumamos la vuelta en total son mil doscientos veinte seis. La coloca cuidadosamente en el baño, da un paso y se sienta en el inodoro y la ve quemarse y apagándose sola.

Cada mañana de los siguientes ochos días, Juana se sienta en la punta de la cama en una ubicación que da justo a la ventana que da a la calle Colorado de la esquina Muñiz. Camina nueve pasos hasta la puerta de armario y se detiene a observar su diferente y extendida colección de ropa de invierno que convine con su humor de esa mañana de aquel martes 6 de abril. Sale caminando de a un paso pensando en 'uno, dos, tres, cuatro, cinco...' hasta llegar al trabajo.

Cada fin de semana a partir de los treces días que siguen, se recuesta a la una de la mañana porque decide escuchar la radio mientras acaricia a Nagini entre sus manos. Camina veinte pasos hasta la cocina, de pronto, se escucha su portón abrirse y Nagini se asusta. Corre rápido a esconderse debajo del armario mientras que su dueña sigue mirando hacía afuera.
Camino veinte seis pasos hacía su cuarto, se desnudó y aquel hombre que entraba sin ocultarse abusó de su cuerpo, dejó una carta con cinco referencias y Nagini, escuchó a su dueña llorar una vez más y nunca más, su dueña la volvió a acariciar.

En aquella carta decía:
Cada el octavo día del mes, me llama.
Cada segundo día del mes, se acerca a mi mujer y la amenaza.
Cada décimo día del mes, tengo que salir temprano del trabajo porque le gusta ir a molestar a mi hija al colegio.
Cada mañana del noveno día, la veo parada en la esquina de mi casa esperando a que salga para acercarse a mí.
Cada trigésimo día del mes, me dice que se va a suicidar.
Cumplí su sueño, no su obsesión.

Al mes, la familia Rodríguez desapareció y durante años y meses la policía los busco, pero parece que la tierra se los trago.

1 comentario:

  1. Buena historia! Me da intriga leerla, es interesante y muy buena :) No soy gran lector ni gran crítico, no te guies por lo que digo, pero sí tenés un buen don y sabés escribir muy bien, Iara. Ojalá sigas así y sigas mejorando todavía más, que tenés mucho potencial para esto. Te amo.

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