miércoles, 3 de agosto de 2011

Lo más hermoso que logra hacernos llorar

Daré un ejemplo típico que pasa en todos lados.

Hoy subo al colectivo 2 rumbo a no sé dónde, solía tomarlo cuando estaba en la primaria para ir a mi casa. Jamás supe dónde empezaba y dónde terminaba, pero eso no me importa. Hoy voy por más. Mientras voy escuchando música a todo lo que da y leyendo algún libro que encontré rápido en mi casa, estoy esperando que la historia se pueda escribir...
Espero que suba una persona que llene mis pensamientos de lujurias y esperanzas tiernas de un amor que me dure hasta el mediodía, más no le pido. Y es cuando aparece una persona que no había notado en el colectivo y me dice: 'Permiso'. Levanté la vista para ver quién era, su piel era de suave (lo digo porque la noté así) y tenía un aroma a campo y a flores. Tenía anteojos y unos ojos grises llorosos, era más alto que yo y simplemente me corrí para el lado de la ventana y le permití acompañarme hasta que apareciera mi amor de mediodía. Pasé una hora sentada y casi toda la gente se había bajado y no sabía en qué barrio estaba pero no importaba. El chico se presentó, me dijo que se llamaba Bruno y le dije que yo era Anastasia porque no me simpatizo darle mi verdadero nombre. Luego de un rato, Bruno seguía al lado mío y estaba leyendo pero notaba que levantaba su mirada de vez en cuando y me preguntaba si me miraba a mí o por la ventana, o ambas. En cinco paradas Bruno se bajó y me saludó desde abajo del colectivo, le sonreí y seguí mi rumbo pero el conductor me gritó desde su lugar: 'Nena, acá termina el recorrido'. Quise buscar a Bruno entre el humo y la confusión para que me dijera en donde me encontraba o como volver, pero ya no lo vi. Y mi amor de mediodía, en esa línea de colectivo no existió.

Quizás otro día vuelva a ver a Bruno, pero sé que hoy no volveré a tomar ese colectivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario