Miraba sus ojos rasgados y criaba en mis emociones una planta que florecía cada instante un centímetro más, y ella seguía moviéndose sin parar. Tenía un olor a jazmines que iluminaba el salón oscuro con risas y danzas improvisadas, pero ella seguía siendo la que más se destacaba y daba más vueltas en sí y de a poco, podría apreciar cada segundo más de su hermosa figura desnudarse antes mis ojos.
Sus labios eran hermosos y por lo que veía, parecían suaves. Todo en ella era hermoso; su figura, su forma de hacer que el salón se abra paso a ella, su pelo corto y negro, su sonrisa, sus ojos rasgados y grises sin forma, su vida, ella era hermosa. Estaba tan encantado con ésta mujer que las luces se convirtieron en azulejos de agua, el piso en terciopelo y ella reía sin parar, era una muñeca. La muñeca que siempre soñé. Me miraba, me hacía gestos para que me acerqué a ella y no dude dos veces, fui corriendo a su desliz y se desplomó en mis brazos.
!Mujer tan bella! Qué le habrá pasado, cayó desvanecida en mis brazos y su corazón dejo de latir y los azulejos de agua, volvían a ser luces y ella permanecía totalmente devastada en mis brazos. Su ojos se cerraban poco a poco, la empecé a sentir fría y entre mis brazos se volvió polvo.
Era una muñeca.
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