martes, 18 de octubre de 2011

El momento en el cual descubrí que era una guevarista

Hay cosas que nadie me las quita, como mi sabiduría y mi ignorancia a la vez. Pero hay algo que nadie me sacará jamás del corazón y es el amor que le tengo al Che Guevara, nadie podrá sacarme ese amor hacía la revolución y ese boicot la injusticia. Recuerdo el día que me fui a Bolivia, cuando viajé en avión y salí con un dolor de cabeza enorme por las turbinas del avión. Recuerdo que jodí una semana entera para ir a Valle Grande a verlo a él, quería ir a verlo a las fuerzas y ya me quería venir a Buenos Aires a la vez porque acá había pasado una tragedia con unos amigos nuestros del colegio. Pero les comento que el camino a Valle Grande es todo un tema, porque sus caminos tendrán dos metros de ancho para los autos y son puras montañas, entonces cuando llueve es muy peligroso subir todos esos kilómetros porque no hay barandas y pueden pasar tragedias.
Me puse a llorar diciendo que todo ese viaje era al pedo si no podía ir a la Higuera, mi mamá me dijo: 'más adelante vendrás' pero a la vez me dijo: 'mañana vamos Iara'. Fue increíble las buenas vibras de mi mamá y la buena onda que le puso al asunto, ese mismo día fuimos a averiguar los pasajes a Valle Grande y esa misma noche nos fuimos y llovía, para lo cual el colectivo que nos llevo iba muy rápido y en las curvas parecía que me caía, tenía mucho miedo pero sabía que si lo peor llegaba a pasar seria por intentar cumplir mi sueño de pisar esa tierra y sentirlo al Che junto a mí. Llegamos a la madrugada y estaba frío (estábamos a dos mil metros del agua y acá en Buenos Aires estamos acostumbrados a 100 metros del agua). Nos echamos a dormir y a la mañana nos levantamos y era un pueblo hermoso, no creo que con más de 500 habitantes y gente re buena y educada. Te decían: 'hola', 'por favor', 'gracias' y 'permiso'. Las pocas casas que habían eran de la época colonial y las otras eran chozas, conseguimos un remisero que me iba contando la historia del Che allá en Bolivia y teníamos que subir dos horas puras montanas y cada vez que miraba hacía atrás veía todo tan chico y yo que estoy acostumbrada a ver todos edificios pude ver esas montanas que se alzaban y era una cosa de otro mundo para mí. Llegamos y habían monumentos al Che y habían unos adolescentes argentinos que andaban de mochileros, entramos a la Higuera que de hecho es muy chica, la observé toda. Toqué la silla en la cual lo tuvieron sentado a él, pude ver que sus paredes y sus cosas están igual de ese entonces. Al salir y al subir al auto me puse a pensar en lo feliz que estaba y que ese amor hacía el Che es magnifico, y me largué a llorar. Al otro día llegué a Santa Cruz, empaqué y me volví a Buenos Aires.

Ejemplo, esta experiencia a mí nadie me la quita.
Gracias.

Ahora sé que soy verdaderamente guevarista y me siento orgullosa de seguir a Ernesto como ejemplo de vida.

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